La oscuridad devora poco a poco la luz,
Que se despide jubilosa entre las nubes.
Hasta pronto, hasta un amanecer nuevo,
Lleno de trinos y colores.
Mas la noche también es el cobijo de los amantes
Es el celestino que se une entre el enlace de manos,
Pasando por el abrazo perfecto, ese del cuerpo tibio de mujer
Entre los brazos,
Cadenetas de esperanzas aforrándose a sus virtudes,
Sobre las cabezas, son admirados por los astros
Y por la luna que brilla mas intensamente
Iluminándolos.
Todo el espacio es gloria
En pos del beso calido,
Todo el espacio enmudece para escuchar
El jadeo pausado, la risa en flor de labios,
Y las palabras de los enamorados.
Esa boca engulle los besos,
Esa mirada penetrante
Lee hasta el alma.
Esa piel suave y tibia es el cobijo necesario.
Esos cabellos son el bosque, que apacigua los dedos.
El cuerpo descansa entre las piernas
Como una barcaza en el muelle.
Mientras el sudor dulce se agolpa en las narices
Embriagándolos,
Las piernas se anudan y se desvanecen sobre las sabanas,
Acurrucándose, despide la noche con esos cuerpos desnudos.
Saluda el alba, mientras los amantes duermen,
Fusionados en sus cuerpos, aferrados entre las sabanas.