El frío se apodera de los corazones,
El pecho como fragua se apaga.
Los ojos son puntos lejanos mendigando luz
Y vomito en silencio las palabras que antes meditaba,
Que no compartía con la vista de los mortales.
Hijas de mi sentir profundo,
Devano y cuento ilusiones,
Como el mendigo cuenta sus monedas bajo la lluvia.
Eh aquí que coronan mis palabras
Los hechos de la niñez.
Volantines rotos por los vientos
Que soplaron para hacerme correr por los llanos desnudos,
Perdido entre coloridos sueños y juegos de pelotas.
Tendido el cuerpo al sol,
Como lo madre extiende los blancos manteles sobre la mesa
Donde se anida el tesoro del trigo.
Confieso que nada hubo antes que eso
Y la época de los juegos en los patios perdidos
Ha sido para mí,
La dicha que siente el anciano,
Cuando los nietos juegan en la vieja casa.
Dando vida a la paloma de mis pensamientos.
El abuelo enfermo,
Creía que era su hijo y me llamaba
Por el nombre del desaparecido en la negra tierra.
Más anidaba en mis manos,
Las enseñanzas del caballero
El trato fiel a la amada,
Siendo mujeres decía él,
Todas han de ser amadas.
Las mujeres son como las flores,
Sin cuidados mueren
Eternos cuidados y bellas palabras.
Más siempre cuida de tus modales
Dirígete a los mayores con respeto,
Así me lo recalcaba mi tío Augusto que usaba un sombrero alón
Y un traje a rallas hecho a medida,
Con el que la pasión del tango,
Hacia amar a su querida esposa Ema
Pasión que llevo hasta su muerte han de estar en otro paralelo
Danzando como las hojas en otoño.
Fumaba una pipa y tabaco ánfora, el también marco sus enseñanzas
En mi conciencia.
Si el mundo siguiera en los años de esas enseñanzas
Valdrían más las frases dadas,
Que lo que he debido extirpar de mí, para seguir caminando.
Y sé que los juegos de pelota se han ido,
Sé que los veranos recostados en el pasto se han marchado,
Las tardes escuchando vinilos con mis padres,
Los fines de semana, donde mi tía me enseñaba a bailar con dulces
Melodías de bandoneones desnudos,
Y aquellas tardes de verano bajo el viejo ciruelo,
Donde mi tía Cupertina me retaba para que bajara de las amplias copas.
Oh encaramado sobre las piernas de mi abuelo, escuchando,
Algunos de sus historias que siempre tenían distinto final.
Pues bien,
Sabiendo todo esto.
Nada mas queda extrañar los fieles amigos
Que se pierden en la juventud.
El primo que se secretea con las profundas raíces,
Que mostró ante mis ojos, la bravura y la batalla
Lidiada en un hospital.
Con dolor hasta en el alma,
Digo que los Dioses se ha equivocado al apartar de mis pasos
Gente tan noble,
Como el agua que baja por los cerros.
Tan simple,
Como la hierba que lucha en contra del viento
Y se mantiene erguida,
Aun que la lluvia le dañe, vuelve a ponerse de pie.
Y si, tuve dos madres,
Una anciana mujer que pensaba que era su hijo
Qué más da, si mi vida la viví entre seniles historias
Quebradas por el peso del tiempo.
Debo a ellos
Todo lo que soy,
Debo al abuelo las lecturas de poemas cuando la lucidez lo acompañaba
Y a la anciana tía,
Los relatos de su perico querido
Todo un hombre y respetado caballero.
Debo al tío el placer por el tabaco, el deseo de tener un sombrero alón
Y tener la pasión e intensidad que profesaba hacia la vida.
A la tía debo una pareja para aprender el tango
Y ver en sus ojos lo mismo que mi tío vio un día en los ojos de ella.
Debo al primo muerto,
Esconder la mirada cuando el vino
Se ha mezclado mansamente con el torrente oscuro de mis venas
Y la picardía que lo caracterizaba,
Al amigo muerto, debo su paso por el mundo
Cargadas de las cotidianas palabras
Que hacían que todo dolor desapareciera.
Si pueden verme
Guíenme y miren como me mantengo,
Parado ante el umbral de los recuerdos
Ofrendando a ustedes lo que me enseñaron
Y ayuden a enderezar los errores de mi vida.
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